El fin de la oligarquía de medios; otro saldo del 1 de julio

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Explicación surrealista de eventos surrealistas en un país surrealista

Por Raúl Caraveo Toledo (@raulcaraveo)

La izquierda por vía del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) tomó los poderes ejecutivo y legislativo el pasado uno de julio; la derecha moderada y reaccionaria fue fumigada por obra de los electores; la oposición histórica y legendaria tomo los poderes y por si fuera poco también los congresos locales necesarios para cambios constitucionales. El soberano actuó de forma contundente.

Lo que podría ser la oposición –con este radical cambio- quedó pasmada, incrédula, debilitada tanto que dos partiditos desaparecieron y los veteranos PRI, PAN y PRD sufrieron tantas fracturas que se pierden en las contradicciones y singular ausencia para que alguien de calidad moral pueda ser la nueva oposición, solo uno, solo uno, no lo hay.
Singular papel quedó para la potencial oposición.
A casi tres meses de ocurrida la colisión, ni los perdedores logran reponerse, ni el Gobierno Federal asumir su labor; ni la nueva oposición legislativa puede asumir su función; ¿cómo lo va a hacer? si es meramente simbólica por número de legisladores y calidad de éstos.
No hay oposición política clara y/o fuerte. Formalmente sí; pero en los hechos no sirve. ¿quién puede creer en Pablo Emilio Madero o en Miguel Ángel Osorio Chong, o en Enrique Ochoa Reza? Absolutamente nadie, ni en sus partidos los quieren.

Día a día aparecen nuevos eventos que descubren casos de desvío de recursos, dinero por aquí que se esfumó, otro que se desvió, uno más que se prometió pero no se llevó a cabo, como los 50 millones que el pasado Congreso dispondría para los damnificados del temblor de hace un año, y que con cinismo increíble el Presidente de la LXIV legislatura Ernesto Cordero anunció, ordenó comerciales y nunca apareció; o lo esfumaron o no lo obtuvieron pero si lo publicitaron. ¿Cuántos eventos de corrupción seguirán apareciendo? No lo sabemos, pero seguramente seguirán apareciendo y con mayor medida a partir del 1 de diciembre.
El cinismo de la clase política no tiene límite.
Entonces el lector se preguntará ¿no hay oposición?

Efectivamente quienes debieran ocupar esos espacios no los hay, no hay nivel, no hay estatura, no hay dignidad para asumirlo. Definitivamente no, pero el vacío de éste espacio –como todo en política- alguien lo llena, si, en política no hay vacíos. Aquí es donde entra la clase de comentocratas oficialistas del régimen pasado, un mediano grupo de enanos de la información que siempre jugaron para dar legitimidad y respaldo a los políticos en desgracia hoy, han asumido el papel de severos cuestionadores de los nuevos poderes uno en ejercicio ya y otro a dos meses de asumir la presidencia de la República.

Un grupo de periodistas privilegiados por generaciones, algunos son simplemente hijos de, o esposas de, o sobrinos de; el grupo acapara los medios de mayor difusión en radio y televisión, medios favorecidos por los regímenes anteriores. Hoy asumen el papel de censores de cualquier expresión del Presidente electo o de los líderes de las Cámaras, en su burda reacción recortan y tergiversan las declaraciones, asumen lo que ellos pretenden y sacan de contexto expresiones de los líderes del naciente régimen.

En una burda maniobra editorializan, incluso gesticulan y hasta hacen debates entre ellos para desacreditar los primeros pasos del régimen que eligieron los ciudadanos. La oposición docta e iluminada pretenden ser su personificación, descalifican y, en un ejercicio estéril, son incapaces de proponer, no pueden ni tienen la capacidad de influir en sus minorías; ahí su fracaso.
Cito como ejemplo muy reciente la forma absurda que León Krauze pretende descalificar a su colega Hernán Gómez Bruera sin argumentos serios.
Hasta dónde puede llegar la prepotencia profesional de esa camada de periodistas sin principios adictos al dinero. Todos conocemos las voces y plumas que ostentan hoy el papel de censores, cuando nunca antes pudieron cuestionar una sola disposición, orden o proyecto del Presidente, o de los legisladores; Televisa, EL Universal, Grupo Fórmula, Milenio, Reforma, Excélsior, entre otros, durante un año quisieron vendernos la idea de un País que no existe en el que ganaría su candidato oficial, producto de un Presidente esencialmente corrupto.

Hoy esos medios fueron el poder informal que más afectado quedó de las pasadas elecciones, no lo entienden, como no entendieron antes, y ese error los condena a su desaparición. Un proceso de adaptación no puede provenir de las mismas personas, su pasado los condena; aquí mismo en tres artículos tratamos el caso de Joaquín López Dóriga versus María Asunción Aramburuzavala, pudimos pronosticar el fin del vocero oficial al comprobarse su perfil extorsionador. A los cuatro meses con cero audiencia y credibilidad salió de la pantalla.
Hoy los voceros y la oligarquía comentocrática tiene sus días contados. No es porque Andrés Manuel López Obrador lo pida, no es por el dinero que dejaran de recibir de forma indirecta (chayote) no es porque sus medios cambien su línea editorial; simplemente dejarán de aparecer porque no tienen credibilidad, no son líderes de opinión, nunca lo fueron, ni son los más leídos o vistos con empatía; se irán porque los ciudadanos les están dando la espalda.

Una vez que surjan otros medios con la apertura que se ofreció para nuevas concesiones en radio y televisión, habrá de cerrarse un ciclo en la historia moderna de los medios de comunicación en México.
Mientras hoy seguiremos viendo y escuchando el análisis pormenorizado, editorializado, descontextualizado, denostador de los mismos que tenemos que ver o leer; soportando su arrogancia y certidumbre auto proclamada, con el solo objetivo de debilitar la fortaleza del naciente régimen.

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