A nadie le pasa desapercibido hoy en día que la libertad de expresión y el libre ejercicio del periodismo, considerado el cuarto poder, atraviesan horas bajas en las sociedades con democracias que, por este y otros motivos, se van debilitando al igual que sus gobiernos, que sucumben al rigor de las reglas impopulares de la economía internacional.
El contexto en el que se practica el periodismo en México arroja cifras preocupantes acerca de la violencia ejecutada de diferentes modos y desde diferentes posiciones sobre buena parte del gremio que se obstina, por vocación, en seguir ejerciendo el oficio y el derecho a informar. México es el tercer país más peligroso y letal del mundo para ejercer el periodismo, hecho que restringe en gran medida el derecho inalienable de la sociedad mexicana a ser informada, y por lo tanto se vulnera el derecho constitucional a recibir información independiente y contrastada, fundamentalmente para tomar decisiones apropiadas tanto en el ámbito político como en la esfera privada.
La situación, sobre todo en los estados de la república, refleja la precariedad e indefensión que viven los reporteros y periodistas que trabajan cubriendo noticias que informen de temas relacionados tanto con la corrupción institucional como con el narco, que muchas veces corren de la mano.
El entramado que ha permitido los ataques a la prensa es tan complejo como inabordable en su conjunto, ya que de entrada las empresas que contratan periodistas no les aseguran condiciones dignas de trabajo. La lista de agravios es larga, empezando por los bajos salarios, las condiciones de seguridad para poder realizar el trabajo informativo y la nula cobertura en cuanto a seguridad social al no estar contratados más que como trabajadores externos, entre otras desventajas. Por otro lado, la existencia de halcones y periodistas comprados dentro de las redacciones de muchos periódicos hacen irrespirable el ambiente para aquellos periodistas que aspiran a cumplir con su trabajo de investigar e informar libremente.
En este contexto, el número de muertos y desaparecidos crece de manera alarmante, mientras que hay otros periodistas que mantienen la vida, y la de los suyos, al precio de silenciar sus voces y pasar al ostracismo social.
Según Julian Assange, uno de los fundadores de Wiki leaks, la información es poder, y en un mundo en el que la transparencia digital está tomando la esfera pública, no quedan más que ciertos espacios de privacidad para resguadarnos del flujo de información del que somos parte activa. Las amenazas que pesan sobre los periodistas además de impedir su desempeño laboral, afecta a todos los espacios de la intimidad, aquellos que asignamos a la esfera de la privacidad, siendo más efectivas y redituables las amenazas para conseguir el silencio que la eliminación directa del periodista.
El silencio también pasa por no poder protestar ni hacer pública su condición de amenazados. El miedo invade poco a poco todos los ámbitos íntimos de la vida y el periodista atraviesa todo un arcoiris de sentimientos, ninguno positivo, que van desde la ansiedad, al sentimiento de culpabilidad, la baja autoestima, la lejanía física y emocional para proteger a los suyos de las investigaciones y amenazas, la depresión, el sentimiento de soledad o el desamparo.
Todos estos motivos hacen que esos medios de comunicación que pertencen a grandes consorcios mediáticos están bajo la mira y sospecha de aquellos ciudadanos que todavía aspiran a consumir información independiente y objetiva. De hecho, nos movemos hacia una realidad social en la que los medios serán sufragados por los ciudadanos, y en muchos casos serán quienes provean de contenidos a estos nuevos medios y estructuras digitales de comunicación, con lo que la propaganda y censura que las instituciones de gobierno y los grupos delictivos impulsan a través de contratación de publicidad y otras prebendas a los directivos de medios convencionales quedarán pronto sin efecto.
Este nuevo panorama de convergencia digital, con la aparición de la figura del prosumidor (combinación de productor y consumidor) junto a las bases de una nueva cultura colaborativa, favorece la diseminación de contenidos de manera inusitada a través de toda la ecología mediática. La fuerza del fenómeno de la viralización de un contenido demuestra cómo los medios tradicionales quedan rebasados y cómo una historia local puede convertirse en global en cuestión de minutos. Todo ello apunta a un fenómeno que camina en dirección contraria a la lectura lineal de los acontecimientos y de las diferentes narrativas que componen el discurso de la realidad. Las narrativas transmedia permiten analizar la realidad desde muchos puntos de vista y así se construye una «verdad» objetiva entre todos los usuarios, al margen del monopolio mediático y unidireccional.
En este contexto se inscribe FRAGMENTOS.mx, UNA HISTORIA NO CONTADA, un documental sonoro transmedia que se alberga en una plataforma digital interactiva y cuyo eje central se articula como un repositorio virtual de testimonios de varios
periodistas amenazados y/o desplazados que no pueden continuar con su trabajo de modo natural.
La coacción por métodos violentos, amenazas y demás estrategias para silenciar periodistas pasan por inculcar el miedo. Pero el miedo en abstracto, el que provoca la intuición de una muerte cierta por seguir informando, se traduce en multitud de sentimientos que desgarran la esfera íntima.
A través de un mapeo de dichas emociones en FRAGMENTOS.mx se construye una cartografía emocional que se convierte en el tronco central de esta plataforma transmedia. Este repositorio virtual explora sentimientos y emociones a través de un código de programación, a partir de algoritmos, creado específicamente para este proyecto web transmedia, el cual procesa datos y los convierte en información gráfica, sincronizando imagen y audio.
Esta plataforma es asimismo un ensayo sobre la investigación estética de la información y la multiplicidad de lecturas a la que da lugar, logrando con estas narrativas transversales y multimedia abrazar la realidad desde diferentes ángulos y trascender el discurso lineal de la misma, liberándola de los monopolios sobre la verdad.
El crecimiento de la comunicación en red junto al auge de las prácticas de la cultura participativa facilita nuevas formas y métodos para una diversidad de grupos que esperan que se escuche su voz, como en este caso la de los periodistas. Precisamente ellos, los encargados de difundir a la sociedad los actos de impunidad y corrupción que no deben ser tolerados. Sin ellos, estaríamos totalmente en manos de los grupos delictivos que gobiernan el país.
La sociedad civil no se puede acostumbrar al silencio. Si como sociedad respondemos con silencio al silencio obligado en el que viven muchos periodistas, demasiados, nos hace también cómplices de esta barbarie de voces cesadas por un lado y oídos sordos por el otro. Solo entre todos se puede construir un nuevo concepto de verdad.
Texto editado y supervisado por Rubén Bonet